Abro los ojos lentamente, sintiendo mis párpados igual de pesados que dos bloques de cemento. La cabeza me duele tanto que no soy capaz de sentir el resto de mi cuerpo, tan sólo pinchazos y un lejano eco retumbando en mi interior. Pero a pesar del dolor consigo darme cuenta de que no estoy en mi casa. Esta no es mi cama, no son mis ásperas sábanas. Estas son suaves, me gusta su tacto. Tampoco me encuentro en mi habitación. Miro hacia la derecha y veo un amplio balcón con vistas a las montañas., verdes, altas, majestuosas. Si no fuera por el terrible malestar que tengo, me parecería un lugar precioso.
En seguida me percato de que no estoy sola en esta cama. Siento cierta presión a unos centímetros de mí, hay alguien más a mi lado. Dios mío, ¿qué pasó a noche? ¿dónde estoy? Y lo más importante… ¿con quién estoy?
Volteo lo más despacio que puedo. Si hago movimientos bruscos, voy a arrepentirme mucho porque además del dolor también tendré mareos. Además, me da miedo el hecho de no saber con quién he dormido. Porque estoy segura de que ayer noche hicimos algo más que dormir. Segurísima.
Aparto un poco la sábana para poder verle mejor, y mis ojos se abren de una forma exagerada al comprobar quién es. Los párpados cerrados sobre los ojos me impiden ver su color azul mar, pero su peinado y cabellos rubios son imposibles de confundir. ¿Niall? ¿He dormido con Niall?
Pero ¿qué hago aquí con él? O mejor dicho, ¿por qué estoy aquí con él? Y nuevamente me asusto. Yo… ¿qué hice con el anoche?
Son demasiadas preguntas que no soy capaz de responderme yo misma, pero necesito saber la respuesta. Agito su hombro para despertarle, necesito que me lo explique todo.
— Niall, despierta. — intento hablar alto para que reaccione, pero no hay manera. Además tampoco quiero gritar o mi cabeza estallará. Mierda, tampoco me puedo mover mucho así que no podré esforzarme demasiado. Suspiro, basta de tonterías.
— ¡Niall! ¡Que te despiertes ya! — después de alzar todavía más el tono de voz golpeo su brazo. El grito rebota por las paredes y vuelve a mis oídos, haciendo que me arrepienta de haberlo hecho. Pero al menos ha servido, ya está despierto. Atontado… pero despierto.
— ¿Rikki? — se soba un ojo y bosteza. Yo vuelvo a tumbarme despacio sobre el colchón, con la cabeza en la cómoda y mullida almohada. Me explotará la cabeza si no lo hago.
— ¿Qué pasó anoche? ¿qué hago aquí?
Después de que le pregunte esto parece reaccionar, darse cuenta de dónde estamos, de que estamos juntos en la misma cama y de que yo tengo una resaca que ni yo misma puedo soportar. Seguramente mi cara da miedo, con el maquillaje corrido y unas ojeras de caballo, además de los ojos hinchados después de haber estado horas llorando. Eso sí que lo recuerdo. Se sienta sobre el colchón y se apoya en el cabecero de la cama, mirándome algo preocupado.
— ¿Te encuentras bien?
— No. Me va a reventar la cabeza, ¿podrías cerrar las cortinas? Me molesta la luz.
Me obedece y se acerca al balcón, cerrando las cortinas como le he pedido. Sonrío. La verdad es que recién levantado tiene un aspecto adorable, se ve hermoso. Vuelve a la cama y se sienta igual que antes, sólo que ahora se aleja todo lo que puede de mí, poniéndose al borde, casi con una pierna fuera de la cama.
— Antes de nada, te prometo que no hicimos nada… — se ruboriza y yo suspiro de alivio sin darme cuenta — Sólo hemos dormido, de verdad. — su voz suena nerviosa y agitada, hasta noto una pizca de miedo. Sonrío. No me hace falta en insistir en que me cuente todo lo que pasó, sé que me está diciendo la verdad. Él sería incapaz de hacer eso conmigo. En realidad creo que sería incapaz de hacerlo con cualquier chica, y menos aún si está borracha. — No sé qué te ocurrió anoche, Rikki. — continúa — pero debió de ser muy malo. Te fuiste del Black Diamond sin terminar tu turno. Te emborrachaste tanto que no recordabas ni cómo te llamabas. Me llamaste y te encontré tirada en medio de la calle.
— Espera, ¿yo te llamé? — pregunto algo anonada. Sí, sin duda debí beber mucho, muchísimo anoche. Debía estar realmente borracha para que se me hubiera pasado por la cabeza llamarle a él.
— Sí. Me pediste que te acompañara a casa. Pero Sam no estaba y yo no tenía las llaves.
— ¿Y por eso me trajiste aquí? — pregunto, mirando a mi alrededor. Tiene pinta de ser una casa muy grande y lujosa. Una de esas en las que yo nunca creía que estaría.
— Sí. Yo… yo no podía dejarte tirada en la calle llorando. Me sentía obligado a ayudarte…
— ¿Estamos en tu casa? — No sé mucho sobre su familia, en realidad no sé nada, pero su madre parece la típica mujer maniática del orden, con una mentalidad algo… cerrada. No creo que le haga demasiada gracia saber que estoy aquí.
— Sí. Bueno, no. Esta es una finca que tenemos en la sierra, no solemos venir aquí muy a menudo. No podía llevarte a casa, mamá te hubiera obligado a dormir en la calle.
Cierro fuerte los ojos y jadeo. Me siento muy mal. Tengo que prometerme a mí misma que no volveré a beber así.
— Iré a prepararte el desayuno, y también te traeré un par de aspirinas para ese dolor de cabeza. Si quieres luego puedes darte una ducha… te traeré ropa limpia — escucho su voz lejana, así que supongo que debe de estar ya en el marco de la puerta, dispuesto a bajar para buscar todo lo que ha dicho.
— Gracias, Niall. Eres un cielo. — susurro. Tan bajito que dudo que haya podido escucharme, aunque me gustaría que sí lo hubiera hecho. Sinceramente, no sé cómo voy a agradecerle todo esto. Él está siendo tan bueno conmigo… y de momento lo único que he hecho yo por él ha sido despertarle de mala forma.
En seguida me percato de que no estoy sola en esta cama. Siento cierta presión a unos centímetros de mí, hay alguien más a mi lado. Dios mío, ¿qué pasó a noche? ¿dónde estoy? Y lo más importante… ¿con quién estoy?
Volteo lo más despacio que puedo. Si hago movimientos bruscos, voy a arrepentirme mucho porque además del dolor también tendré mareos. Además, me da miedo el hecho de no saber con quién he dormido. Porque estoy segura de que ayer noche hicimos algo más que dormir. Segurísima.
Aparto un poco la sábana para poder verle mejor, y mis ojos se abren de una forma exagerada al comprobar quién es. Los párpados cerrados sobre los ojos me impiden ver su color azul mar, pero su peinado y cabellos rubios son imposibles de confundir. ¿Niall? ¿He dormido con Niall?
Pero ¿qué hago aquí con él? O mejor dicho, ¿por qué estoy aquí con él? Y nuevamente me asusto. Yo… ¿qué hice con el anoche?
Son demasiadas preguntas que no soy capaz de responderme yo misma, pero necesito saber la respuesta. Agito su hombro para despertarle, necesito que me lo explique todo.
— Niall, despierta. — intento hablar alto para que reaccione, pero no hay manera. Además tampoco quiero gritar o mi cabeza estallará. Mierda, tampoco me puedo mover mucho así que no podré esforzarme demasiado. Suspiro, basta de tonterías.
— ¡Niall! ¡Que te despiertes ya! — después de alzar todavía más el tono de voz golpeo su brazo. El grito rebota por las paredes y vuelve a mis oídos, haciendo que me arrepienta de haberlo hecho. Pero al menos ha servido, ya está despierto. Atontado… pero despierto.
— ¿Rikki? — se soba un ojo y bosteza. Yo vuelvo a tumbarme despacio sobre el colchón, con la cabeza en la cómoda y mullida almohada. Me explotará la cabeza si no lo hago.
— ¿Qué pasó anoche? ¿qué hago aquí?
Después de que le pregunte esto parece reaccionar, darse cuenta de dónde estamos, de que estamos juntos en la misma cama y de que yo tengo una resaca que ni yo misma puedo soportar. Seguramente mi cara da miedo, con el maquillaje corrido y unas ojeras de caballo, además de los ojos hinchados después de haber estado horas llorando. Eso sí que lo recuerdo. Se sienta sobre el colchón y se apoya en el cabecero de la cama, mirándome algo preocupado.
— ¿Te encuentras bien?
— No. Me va a reventar la cabeza, ¿podrías cerrar las cortinas? Me molesta la luz.
Me obedece y se acerca al balcón, cerrando las cortinas como le he pedido. Sonrío. La verdad es que recién levantado tiene un aspecto adorable, se ve hermoso. Vuelve a la cama y se sienta igual que antes, sólo que ahora se aleja todo lo que puede de mí, poniéndose al borde, casi con una pierna fuera de la cama.
— Antes de nada, te prometo que no hicimos nada… — se ruboriza y yo suspiro de alivio sin darme cuenta — Sólo hemos dormido, de verdad. — su voz suena nerviosa y agitada, hasta noto una pizca de miedo. Sonrío. No me hace falta en insistir en que me cuente todo lo que pasó, sé que me está diciendo la verdad. Él sería incapaz de hacer eso conmigo. En realidad creo que sería incapaz de hacerlo con cualquier chica, y menos aún si está borracha. — No sé qué te ocurrió anoche, Rikki. — continúa — pero debió de ser muy malo. Te fuiste del Black Diamond sin terminar tu turno. Te emborrachaste tanto que no recordabas ni cómo te llamabas. Me llamaste y te encontré tirada en medio de la calle.
— Espera, ¿yo te llamé? — pregunto algo anonada. Sí, sin duda debí beber mucho, muchísimo anoche. Debía estar realmente borracha para que se me hubiera pasado por la cabeza llamarle a él.
— Sí. Me pediste que te acompañara a casa. Pero Sam no estaba y yo no tenía las llaves.
— ¿Y por eso me trajiste aquí? — pregunto, mirando a mi alrededor. Tiene pinta de ser una casa muy grande y lujosa. Una de esas en las que yo nunca creía que estaría.
— Sí. Yo… yo no podía dejarte tirada en la calle llorando. Me sentía obligado a ayudarte…
— ¿Estamos en tu casa? — No sé mucho sobre su familia, en realidad no sé nada, pero su madre parece la típica mujer maniática del orden, con una mentalidad algo… cerrada. No creo que le haga demasiada gracia saber que estoy aquí.
— Sí. Bueno, no. Esta es una finca que tenemos en la sierra, no solemos venir aquí muy a menudo. No podía llevarte a casa, mamá te hubiera obligado a dormir en la calle.
Cierro fuerte los ojos y jadeo. Me siento muy mal. Tengo que prometerme a mí misma que no volveré a beber así.
— Iré a prepararte el desayuno, y también te traeré un par de aspirinas para ese dolor de cabeza. Si quieres luego puedes darte una ducha… te traeré ropa limpia — escucho su voz lejana, así que supongo que debe de estar ya en el marco de la puerta, dispuesto a bajar para buscar todo lo que ha dicho.
— Gracias, Niall. Eres un cielo. — susurro. Tan bajito que dudo que haya podido escucharme, aunque me gustaría que sí lo hubiera hecho. Sinceramente, no sé cómo voy a agradecerle todo esto. Él está siendo tan bueno conmigo… y de momento lo único que he hecho yo por él ha sido despertarle de mala forma.
No tarda más de cinco minutos en regresar con una bandeja. En ella hay un tazón de zumo de naranja con unas cuantas galletas. Hay dos pastillas blancas al lado del vaso.
— Me habría gustado traerte tostadas, pero por desgracia aquí no hay otra cosa que no sea esto. — explica, señalando el zumo y las galletas.
— No te preocupes, esto es perfecto. De todas formas no tengo mucha hambre.
Sonrío, intentando parecer lo más agradecida posible. Porque de verdad lo estoy, no voy a cansarme de darle las gracias por todo esto.
— Una de estas pastillas es para el dolor de cabeza, la otra simplemente es para evitar mareos y vómitos. Cuando bajes te daré una infusión de hierbas raras que mamá me enseñó a preparar… va muy bien contra las borracheras.
Vuelve a salir del cuarto dejándome sola, y aprovecho para tomarme las pastillas y beberme el zumo de un trago, para que pasen mejor. Dejo las galletas de lado porque me veo incapaz de comer nada sólido. Al cabo de pocos minutos regresa con un montoncito de ropa en el brazo.
— Estos pantalones son de mi prima, los he encontrado en mi armario. Creo que más o menos tenéis la misma talla. Y bueno, el polo… es mío. Pero supongo que te sentirás incómoda si te doy uno de mamá. — aclara algo inseguro. — Los zapatos… bueno, si quieres puedo prestarte unas de mis supras, tengo algunas aquí que me vienen pequeñas desde hace años.
Sonrío asintiendo, y me dispongo a levantarme de la cama para meterme en el baño. Al levantarme el dolor es mucho peor, todo me da vueltas y por un momento siento como si fuera a desmayarme. Pero nuevamente sus brazos me rodean e impiden que me caiga. Intento con todas mis fuerzas no cruzar mi mirada con la suya, porque entonces creo que podría quedarme mirando sus preciosos ojos durante el resto del día. Apoya su mano en mi espalda y me ayuda a llegar hasta el baño. Me explica cómo funciona el agua caliente pero yo no le escucho, me dedico a mirar su pálido rostro, que ahora está concentrado en el grifo. Asiento como si estuviera enterándome de todo y sonrío cuando se marcha del baño.
— Me habría gustado traerte tostadas, pero por desgracia aquí no hay otra cosa que no sea esto. — explica, señalando el zumo y las galletas.
— No te preocupes, esto es perfecto. De todas formas no tengo mucha hambre.
Sonrío, intentando parecer lo más agradecida posible. Porque de verdad lo estoy, no voy a cansarme de darle las gracias por todo esto.
— Una de estas pastillas es para el dolor de cabeza, la otra simplemente es para evitar mareos y vómitos. Cuando bajes te daré una infusión de hierbas raras que mamá me enseñó a preparar… va muy bien contra las borracheras.
Vuelve a salir del cuarto dejándome sola, y aprovecho para tomarme las pastillas y beberme el zumo de un trago, para que pasen mejor. Dejo las galletas de lado porque me veo incapaz de comer nada sólido. Al cabo de pocos minutos regresa con un montoncito de ropa en el brazo.
— Estos pantalones son de mi prima, los he encontrado en mi armario. Creo que más o menos tenéis la misma talla. Y bueno, el polo… es mío. Pero supongo que te sentirás incómoda si te doy uno de mamá. — aclara algo inseguro. — Los zapatos… bueno, si quieres puedo prestarte unas de mis supras, tengo algunas aquí que me vienen pequeñas desde hace años.
Sonrío asintiendo, y me dispongo a levantarme de la cama para meterme en el baño. Al levantarme el dolor es mucho peor, todo me da vueltas y por un momento siento como si fuera a desmayarme. Pero nuevamente sus brazos me rodean e impiden que me caiga. Intento con todas mis fuerzas no cruzar mi mirada con la suya, porque entonces creo que podría quedarme mirando sus preciosos ojos durante el resto del día. Apoya su mano en mi espalda y me ayuda a llegar hasta el baño. Me explica cómo funciona el agua caliente pero yo no le escucho, me dedico a mirar su pálido rostro, que ahora está concentrado en el grifo. Asiento como si estuviera enterándome de todo y sonrío cuando se marcha del baño.
|| Niall ||
• 1 hora después •
Está tardando demasiado, y yo estoy empezando a preocuparme. No se encuentra bien y a mí me gustaría comprobar que todo va bien, pero si entro y me la encuentro en un estado comprometedor voy a querer tirarme por el balcón. Lo último que quiero es que piense que le estoy faltando al respeto, o algo parecido. Ya me ha bastado con que se despierte pensando que ella y yo hicimos… algo raro. Desde abajo escucho que la puerta del baño se abre y rápidamente la oigo bajar las escaleras. Tal y como pensaba los pantalones son de su talla, pero el polo le viene un poco ancho. Aunque de todas formas está hermosa. Me gusta vérselo puesto, verla llevar algo mío. Aún sigue tambaleándose un poco al caminar, pero parece que tomarse esas pastillas y darse una ducha de agua templada le ha sentado bien.
Entra en el salón y me sonríe mientras se sienta en el sofá. Yo me acerco y le tiendo el vasito con la infusión que le he mencionado antes. Se la bebe con cierta repugnancia, porque su sabor no es que sea del todo agradable, pero termina terminándosela toda. Se crea un silencio muy incómodo para mí, pero que al mismo tiempo no me atrevo a romper. Ella mira un punto fijo del suelo y yo me doy cuenta de que no dejo de mover la pierna. Decido parar, tal vez la esté poniendo nerviosa.
— Me he asomado un momento al balcón antes de bajar. — ella se encarga de romperlo de repente y yo la miro. — Todo esto es precioso.
— ¿Quieres que vayamos a dar una vuelta?
Ella me mira y veo que sus ojos brillan con algo de ilusión.
— Luego, después de comer — sonríe. — Creo que antes de caminar por el bosque necesitaré reponer fuerzas.
Asiento dándole la razón. Me gusta la idea de ir después, porque eso significa que se va a quedar conmigo durante más tiempo.
Entra en el salón y me sonríe mientras se sienta en el sofá. Yo me acerco y le tiendo el vasito con la infusión que le he mencionado antes. Se la bebe con cierta repugnancia, porque su sabor no es que sea del todo agradable, pero termina terminándosela toda. Se crea un silencio muy incómodo para mí, pero que al mismo tiempo no me atrevo a romper. Ella mira un punto fijo del suelo y yo me doy cuenta de que no dejo de mover la pierna. Decido parar, tal vez la esté poniendo nerviosa.
— Me he asomado un momento al balcón antes de bajar. — ella se encarga de romperlo de repente y yo la miro. — Todo esto es precioso.
— ¿Quieres que vayamos a dar una vuelta?
Ella me mira y veo que sus ojos brillan con algo de ilusión.
— Luego, después de comer — sonríe. — Creo que antes de caminar por el bosque necesitaré reponer fuerzas.
Asiento dándole la razón. Me gusta la idea de ir después, porque eso significa que se va a quedar conmigo durante más tiempo.
Después de ver la tele durante casi dos horas y media, decidimos meternos en la cocina para preparar un poco de pasta. Pizza. No es gran cosa, pero a los dos nos encanta. Ambos nos colocamos un delantal blanco para no mancharnos la ropa, y comenzamos a preparar la masa con los ingredientes que voy encontrando por los armarios. Nunca se me ha dado demasiado bien la cocina, así que me cuesta adivinar dónde guarda mamá cada cosa. Metemos la masa dentro de un recipiente de metal y comenzamos a amasarla. De vez en cuando nuestras manos se tocan por equivocación, pero no las apartamos. Miradas. Sé que me mira de reojo, igual que yo la miro a ella. Y también sé que se da cuenta cada vez que lo hago. Una vez que la masa está lista la extendemos sobre la encimera para darle una forma redonda. Ella comienza a carcajear al ver que en lugar de un círculo, nos ha quedado un trozo de masa deformada. Sus carcajadas me contagian a mí y comienzo a reír con ella. Más miradas. Sonrisas. Empujones amistosos por su parte cuando bromeo sobre la forma en la que añade el tomate, escampándolo mal, poniendo más por algunos sitios que por otros. Opta por tirarme un poco de queso rallado para hacerme callar, pero eso sólo hace que yo tenga más ganas de seguir. Ríe y sigue echando el tomate. Me mancha la nariz con el dedo y yo la rodeo por detrás, atrapándola contra la encimera, dejándola sin escapatoria para que sea yo quien la manche ahora. Más empujones cariñosos. Risas contagiosas, miradas cómplices. Ya no parece quedar ningún signo de su malestar, de sus mareos o de su dolor de cabeza. Resulta que va a ser verdad que esa rara infusión es mano de santo.
Cuando ya está todo listo y añadidos todos los ingredientes la metemos en el horno. Después de unos quince minutos suena el timbre que nos indica que ya está lista para que nos la comamos. Me pongo los guantes de cocina y la saco con el máximo cuidado posible, no quiero quemarnos a ninguno de los dos.
Cuando ya está todo listo y añadidos todos los ingredientes la metemos en el horno. Después de unos quince minutos suena el timbre que nos indica que ya está lista para que nos la comamos. Me pongo los guantes de cocina y la saco con el máximo cuidado posible, no quiero quemarnos a ninguno de los dos.
|| Rikki ||
Media hora después ya no queda ni una miga de la pizza que hemos cocinado, y poco a poco vamos recogiendo todo lo que hemos dejado tirado en la encimera. La verdad es que estoy ansiosa por ir a pasear por este bosque. El aire puro de la madre naturaleza me vendrá bien, ya que yo siempre suelo respirar el aire contaminado de la ciudad. Aprovechando un momento en el que está de espaldas a mí, acerco el polo que llevo puesto a mi nariz. Me encanta el olor que desprende, a perfume de Giorgio Armani. Huele a él. Sonrío y sigo limpiando el tomate que se ha quedado pegado en la encimera.
Niall se encarga de meter los platos, vasos y cubiertos dentro del lavavajillas. La verdad es que esta casa es perfecta para relajarse, rodeada de árboles, llena de paz y tranquilidad. Estoy convencida de que a Sam le encantaría si la viera.
Una vez que ya está todo listo, decidimos salir de la casa para comenzar nuestro paseo. Comer me ha sentado bastante bien, aún siento algo de malestar en la cabeza pero es algo que puedo soportar. No me molesta demasiado si no pienso en ello.
Me lleva por un camino de piedras grandes y planas. Según él lleva hasta una explanada, justo en la cima de un acantilado, donde se puede ver perfectamente todo el bosque desde ahí arriba, e incluso puedes llegar a divisar la ciudad como una mancha lejana en el horizonte. Unos dos metros más abajo del camino hay un fino y pequeño arroyo que desciende montaña abajo. Niall no llega a tocarme el brazo pero se mantiene muy cerca de mí, pendiente de que yo no pierda el equilibrio o tropiece. Pero lo que él no sabe es que llevar tacones de aguja cada noche ayuda mucho a superar la torpeza y a conseguir un buen equilibrio. A nuestro alrededor hay flores y árboles viejos. Sé que lo son porque sus troncos son gruesos y oscuros, y sus raíces forman extrañas figuras en el suelo. Se escucha el canto de los pájaros mezclado con el sonido que produce el agua al chocar contra las piedras del arroyo. Creo que podría quedarme aquí toda mi vida, todo el paisaje es tan hermoso.
Vamos los dos en silencio, pero al contrario que antes, esta vez no es un silencio incómodo, sino agradable. Aceleramos un poco el paso cuando me indica que ya estamos llegando. Y cuando por fin lo hacemos, miro fascinada al horizonte. Sabía que vivíamos en una ciudad rodeada de hermosos bosques, pero nunca había estado en uno de ellos. Como una mancha marrón en medio del paisaje verde aparece nuestra ciudad, a muchos kilómetros de distancia. Parece tan lejana vista desde aquí… pienso en que algún día, cuando sea más mayor y tenga mi propia familia, traeré a mis niños aquí cada fin de semana para pasar uno de esos días familiares que los adolescentes tanto aborrecemos.
— Ven, vamos a sentarnos aquí. — Niall señala una roca que hay justo en medio de la explanada, toda llena de hierba, arbustos y flores amarillas.
— Tenías razón, me encanta esto. Es muy bonito.
— Hacía muchos meses que no venía, ya lo echaba de menos. Siempre que venimos aquí para pasar unas semanas, este es el primer lugar que visito. Mamá y papá no lo conocen. Ni siquiera Justin ha estado nunca aquí.
— ¿Estáis muy unidos? — pregunto. Él me mira algo confuso. — Tú y Justin. — aclaro.
— Ah sí… somos como hermanos. Nos conocemos desde que aprendimos a hablar. Igual que tú con Sam, me imagino.
— Nosotras también somos como hermanas, puede que más que eso. Pero nos conocimos en el instituto.
Asiente con la cabeza y aparta la mirada. Arranca trozos de hierba, y los lanza para que se los lleve el viento.
— ¿Puedo preguntarte algo?
— Claro… — me acerco un poco más a él, de forma que nuestras rodillas quedan tocándose.
— ¿Por qué trabajas en ese lugar? — Sin rodeos, directo al grano. Lo hace de forma directa, sin duda está muy interesado en la respuesta y eso me hace estremecerme.
— Ya te lo dije una vez, Nialler. Quiero conseguir dinero para pagarme la carrera de pediatría.
— Ya… pero hay muchos trabajos, Rikki. ¿Por qué ese? — Está claro que no se va a dar por vencido. Va a insistir hasta que decida contarle toda la historia. — ¿Tus padres no podían ayudarte a conseguir uno mejor?
Bum. Directo al corazón como una bala. Mamá, papá. Mis padres. Las dos personas que en teoría tendrían que ser lo más importante para mí. En teoría… pero teóricamente hay tantas cosas que tendrían que ser pero no son, que si tuviéramos que hacer una lista no encontraríamos suficiente papel en el planeta.
Trago saliva sonoramente, y noto que me pongo nerviosa aunque no lo quiera. Nunca se me ha dado bien hablar de mi familia… no es una cosa que me resulte agradable.
— No… Niall, es una larga historia que dudo que puedas entender. — siento que el momento ya se ha estropeado. Ya no voy a poder disfrutar del paisaje con la misma ilusión de antes, porque ahora toda mi atención y mis pensamientos estarán puestos en lo que acaba de preguntarme.
— Bueno, tenemos tiempo… — insiste — Y no sabes si lo entenderé o no cuando todavía no has intentado explicármelo. — Me mira como un niño suplicándole a su madre que le compre un caramelo. Y las madres siempre terminan cediendo, así que yo comienzo a contárselo todo poco a poco.
— Mis padres no eran… gente normal. Mamá era la única que trabajaba y su sueldo apenas llegaba para pagar todos los gastos de la casa y mi colegio. Papá no vivía con nosotras. Bueno, a veces sí, dependiendo de la situación en la que se encontrara. Antes de marcharse de casa siempre discutía con mamá. Llegaba de madrugada todas las noches, borracho. Yo siempre creí que estaba loco. — Él me mira atento, prestándome mucha atención como si de verdad mi vida le interesara. Noto como los ojos se me humedecen y las lágrimas amenazan con caer. — Nunca maltrató a mi madre físicamente, nunca se atrevió a ponerle una mano encima, ni siquiera la amenazaba con hacerlo. Pero sí que la insultaba, la menospreciaba y le hacía sentir que no valía nada, que no hacía nada bien. Llegó un momento en el que yo creí que mi madre también había enloquecido. Yo lloraba todas las noches encerrada en mi habitación, y mi único apoyo era Sam. — Sin poder contener más el llanto dejo que las lágrimas resbalen por mis mejillas, igual que hacía cuando era pequeña. La cabeza vuelve a dolerme cuando comienzo a llorar. Su brazo me rodea los hombros y suspiro. Continúo hablando, porque si sigo llorando terminaré con migraña. — Terminamos el instituto, y en cuanto pudimos nos marchamos las dos de casa, porque ella también tenía muchos problemas con sus padres. No le dimos explicaciones a nadie. Por lo visto a mis padres no les importó demasiado, nunca se molestaron en buscarme. La primera noche que pasamos fuera de casa fue cuando encontramos a John. Nos ofreció el trabajo en el Black Diamond. A cambio él nos daría un piso en el que vivir, y todos los gastos de esa casa correrían de su cuenta. A nosotras nos pareció un buen trato, y todavía lo seguimos pensando. No tenemos nada más, Niall. No pudimos hacer otra cosa. Y ahora… tan sólo quedan unos meses de todo esto, sería una tontería abandonarlo. Hemos aguantado durante casi dos años, ¿por qué no podríamos aguantar durante cuatro meses más? El curso comienza en enero.
Apoyo mi cabeza en su hombro, sollozando y temblando. El dolor de cabeza vuelve a ser igual de agudo que esta mañana al levantarme, pero aún así me siento bien por dentro, bien conmigo misma. Nunca había hablado de mis padres con nadie que no fuera Sam, y supongo que desahogarse siempre es bueno. Tampoco estoy acostumbrada a llorar delante de la gente. Pero no sé por qué me da igual que él esté mirándome, siendo testigo de cómo las lágrimas mojan mis mejillas, escuchando mi triste realidad. No sé si de verdad me entiende, o simplemente está dejándome su hombro para que llore porque no sabe qué decir. La cuestión es que está en silencio, sin decir nada. Ladea un poco la cabeza, haciendo que yo también mueva la mía. Y me mira a los ojos, casi con compasión, en silencio, callado. Pero lo que muchas personas no saben es que permanecer callado, y no decir nada, son dos cosas muy distintas, porque aún en silencio se pueden gritar muchas cosas, miles de sentimientos o de pensamientos que basta una mirada profunda para que sean transmitidos.
Niall se encarga de meter los platos, vasos y cubiertos dentro del lavavajillas. La verdad es que esta casa es perfecta para relajarse, rodeada de árboles, llena de paz y tranquilidad. Estoy convencida de que a Sam le encantaría si la viera.
Una vez que ya está todo listo, decidimos salir de la casa para comenzar nuestro paseo. Comer me ha sentado bastante bien, aún siento algo de malestar en la cabeza pero es algo que puedo soportar. No me molesta demasiado si no pienso en ello.
Me lleva por un camino de piedras grandes y planas. Según él lleva hasta una explanada, justo en la cima de un acantilado, donde se puede ver perfectamente todo el bosque desde ahí arriba, e incluso puedes llegar a divisar la ciudad como una mancha lejana en el horizonte. Unos dos metros más abajo del camino hay un fino y pequeño arroyo que desciende montaña abajo. Niall no llega a tocarme el brazo pero se mantiene muy cerca de mí, pendiente de que yo no pierda el equilibrio o tropiece. Pero lo que él no sabe es que llevar tacones de aguja cada noche ayuda mucho a superar la torpeza y a conseguir un buen equilibrio. A nuestro alrededor hay flores y árboles viejos. Sé que lo son porque sus troncos son gruesos y oscuros, y sus raíces forman extrañas figuras en el suelo. Se escucha el canto de los pájaros mezclado con el sonido que produce el agua al chocar contra las piedras del arroyo. Creo que podría quedarme aquí toda mi vida, todo el paisaje es tan hermoso.
Vamos los dos en silencio, pero al contrario que antes, esta vez no es un silencio incómodo, sino agradable. Aceleramos un poco el paso cuando me indica que ya estamos llegando. Y cuando por fin lo hacemos, miro fascinada al horizonte. Sabía que vivíamos en una ciudad rodeada de hermosos bosques, pero nunca había estado en uno de ellos. Como una mancha marrón en medio del paisaje verde aparece nuestra ciudad, a muchos kilómetros de distancia. Parece tan lejana vista desde aquí… pienso en que algún día, cuando sea más mayor y tenga mi propia familia, traeré a mis niños aquí cada fin de semana para pasar uno de esos días familiares que los adolescentes tanto aborrecemos.
— Ven, vamos a sentarnos aquí. — Niall señala una roca que hay justo en medio de la explanada, toda llena de hierba, arbustos y flores amarillas.
— Tenías razón, me encanta esto. Es muy bonito.
— Hacía muchos meses que no venía, ya lo echaba de menos. Siempre que venimos aquí para pasar unas semanas, este es el primer lugar que visito. Mamá y papá no lo conocen. Ni siquiera Justin ha estado nunca aquí.
— ¿Estáis muy unidos? — pregunto. Él me mira algo confuso. — Tú y Justin. — aclaro.
— Ah sí… somos como hermanos. Nos conocemos desde que aprendimos a hablar. Igual que tú con Sam, me imagino.
— Nosotras también somos como hermanas, puede que más que eso. Pero nos conocimos en el instituto.
Asiente con la cabeza y aparta la mirada. Arranca trozos de hierba, y los lanza para que se los lleve el viento.
— ¿Puedo preguntarte algo?
— Claro… — me acerco un poco más a él, de forma que nuestras rodillas quedan tocándose.
— ¿Por qué trabajas en ese lugar? — Sin rodeos, directo al grano. Lo hace de forma directa, sin duda está muy interesado en la respuesta y eso me hace estremecerme.
— Ya te lo dije una vez, Nialler. Quiero conseguir dinero para pagarme la carrera de pediatría.
— Ya… pero hay muchos trabajos, Rikki. ¿Por qué ese? — Está claro que no se va a dar por vencido. Va a insistir hasta que decida contarle toda la historia. — ¿Tus padres no podían ayudarte a conseguir uno mejor?
Bum. Directo al corazón como una bala. Mamá, papá. Mis padres. Las dos personas que en teoría tendrían que ser lo más importante para mí. En teoría… pero teóricamente hay tantas cosas que tendrían que ser pero no son, que si tuviéramos que hacer una lista no encontraríamos suficiente papel en el planeta.
Trago saliva sonoramente, y noto que me pongo nerviosa aunque no lo quiera. Nunca se me ha dado bien hablar de mi familia… no es una cosa que me resulte agradable.
— No… Niall, es una larga historia que dudo que puedas entender. — siento que el momento ya se ha estropeado. Ya no voy a poder disfrutar del paisaje con la misma ilusión de antes, porque ahora toda mi atención y mis pensamientos estarán puestos en lo que acaba de preguntarme.
— Bueno, tenemos tiempo… — insiste — Y no sabes si lo entenderé o no cuando todavía no has intentado explicármelo. — Me mira como un niño suplicándole a su madre que le compre un caramelo. Y las madres siempre terminan cediendo, así que yo comienzo a contárselo todo poco a poco.
— Mis padres no eran… gente normal. Mamá era la única que trabajaba y su sueldo apenas llegaba para pagar todos los gastos de la casa y mi colegio. Papá no vivía con nosotras. Bueno, a veces sí, dependiendo de la situación en la que se encontrara. Antes de marcharse de casa siempre discutía con mamá. Llegaba de madrugada todas las noches, borracho. Yo siempre creí que estaba loco. — Él me mira atento, prestándome mucha atención como si de verdad mi vida le interesara. Noto como los ojos se me humedecen y las lágrimas amenazan con caer. — Nunca maltrató a mi madre físicamente, nunca se atrevió a ponerle una mano encima, ni siquiera la amenazaba con hacerlo. Pero sí que la insultaba, la menospreciaba y le hacía sentir que no valía nada, que no hacía nada bien. Llegó un momento en el que yo creí que mi madre también había enloquecido. Yo lloraba todas las noches encerrada en mi habitación, y mi único apoyo era Sam. — Sin poder contener más el llanto dejo que las lágrimas resbalen por mis mejillas, igual que hacía cuando era pequeña. La cabeza vuelve a dolerme cuando comienzo a llorar. Su brazo me rodea los hombros y suspiro. Continúo hablando, porque si sigo llorando terminaré con migraña. — Terminamos el instituto, y en cuanto pudimos nos marchamos las dos de casa, porque ella también tenía muchos problemas con sus padres. No le dimos explicaciones a nadie. Por lo visto a mis padres no les importó demasiado, nunca se molestaron en buscarme. La primera noche que pasamos fuera de casa fue cuando encontramos a John. Nos ofreció el trabajo en el Black Diamond. A cambio él nos daría un piso en el que vivir, y todos los gastos de esa casa correrían de su cuenta. A nosotras nos pareció un buen trato, y todavía lo seguimos pensando. No tenemos nada más, Niall. No pudimos hacer otra cosa. Y ahora… tan sólo quedan unos meses de todo esto, sería una tontería abandonarlo. Hemos aguantado durante casi dos años, ¿por qué no podríamos aguantar durante cuatro meses más? El curso comienza en enero.
Apoyo mi cabeza en su hombro, sollozando y temblando. El dolor de cabeza vuelve a ser igual de agudo que esta mañana al levantarme, pero aún así me siento bien por dentro, bien conmigo misma. Nunca había hablado de mis padres con nadie que no fuera Sam, y supongo que desahogarse siempre es bueno. Tampoco estoy acostumbrada a llorar delante de la gente. Pero no sé por qué me da igual que él esté mirándome, siendo testigo de cómo las lágrimas mojan mis mejillas, escuchando mi triste realidad. No sé si de verdad me entiende, o simplemente está dejándome su hombro para que llore porque no sabe qué decir. La cuestión es que está en silencio, sin decir nada. Ladea un poco la cabeza, haciendo que yo también mueva la mía. Y me mira a los ojos, casi con compasión, en silencio, callado. Pero lo que muchas personas no saben es que permanecer callado, y no decir nada, son dos cosas muy distintas, porque aún en silencio se pueden gritar muchas cosas, miles de sentimientos o de pensamientos que basta una mirada profunda para que sean transmitidos.
|| Niall ||
Me miras mientras tus ojos dejan escapar las lágrimas que llevan reteniendo durante tanto tiempo. Después escondes mi cabeza en mi hombro y yo noto como me mojas el cuello de la camiseta, pero me da igual. Lo único que puedo hacer yo en estos momentos es abrazarte en silencio. Porque muchas veces, quedarse callado es lo más inteligente, porque en momentos como este sería inútil decir nada, porque nada serviría para que dejaras de llorar. Simplemente tienes que desahogarte mientras yo te rodeo con mi brazo y te transmito mi apoyo. Nos conocemos poco, tan sólo de hace unas semanas. Sabes poco de mí pero aún así has decidido confiar en mí y contarme lo que tu corazón lleva soportando desde hace años. Pero aún así yo siento que no te has sincerado del todo, que todavía hay algo que no me has contado. El motivo por el que te emborrachaste anoche, el motivo por el que quisiste desaparecer y que nadie te encontrara. Nadie excepto yo, porque no sé si lo hiciste queriendo o si fue inconscientemente, pero me llamaste a mí para que te ayudara. Sólo espero que llegues a confiar en mí lo suficiente como para volver a abrirte igual que lo has hecho hoy. Contarme qué es lo que te atormenta y ver si de algún modo puedo ayudarte. Porque de verdad, Rikki, que yo lo haría encantado.
........................................................................................................................
COMENTARIOS EN EL TABLÓN DE TUENTI, PORFIS♥